El origen de los alojamientos
El
origen de los alojamientos rurales “Casa Rural El Albergue de Alboloduy” surgió como una iniciativa del Ayuntamiento de
Alboloduy ante la necesidad de ofrecer productos y servicios turísticos de
calidad a sus turistas y visitantes.
El complejo fue erigido a medio camino entre el pueblo y la cercana Ermita del Santo Cristo, en un ensanche del camino que hacía las veces de mirador, el mirador de las tres eras, un lugar de vistas privilegiadas y en el cual en aquel momento existía una edificación en estado ruinoso y convertida casi en un vertedero.
El complejo fue erigido a medio camino entre el pueblo y la cercana Ermita del Santo Cristo, en un ensanche del camino que hacía las veces de mirador, el mirador de las tres eras, un lugar de vistas privilegiadas y en el cual en aquel momento existía una edificación en estado ruinoso y convertida casi en un vertedero.
Desde un principio, el proyecto trató de aunar y salvaguardar diversos aspectos arquitectónicos típicamente Alpujarreños.
Así pués, por un lado el proyecto pretendía recrear los cortijos de alta montaña típicos del Montenegro (monte más elevado del término municipal de Alboloduy,
en cuyas laderas soleadas, en un suelos de características muy especiales, se
desarrollaron los famosos viñedos de Alboloduy hasta hace pocos años.
La estancia u ocupación de
estos cortijos era de forma temporal, coincidiendo con las principales faenas
del campo, como son el arado de la tierra, la poda y la recogida de la cosecha,
y en ningún caso eran estancias permanentes de ninguna familia.
Esta tipología consiste en
un cortijo de una sola estancia dividida en dos partes por un pesebre, el cual
servía tanto para alimentar al mulo como para separarlo de la estancia habitada
por personas. Es decir, una parte era ocupada por el mulo, y la otra era
ocupada por el propietario. La parte reservada a personas consistía
sencillamente en una cocina de leña con salón comedor, todo muy pequeño y
austero.
Por la noche la mesa y las
sillas se recogían en un rincón y se desplegaban las camas, convirtiéndose toda
la estancia en dormitorio. A la mañana siguiente se recogían nuevamente las
camas y se dejaba todo el espacio libre para usarlo nuevamente de cocina,
comedor o salón.
Esto era así durante todos
los días que duraba la estancia mientras durara la faena que tocara en esa
estación del año.
Por desgracia, la
sequía, la falta de accesos rodados, el envejecimiento de los agricultores y
los jóvenes que quieran trabajar la tierra han provocado el abandono progresivo
de esta montaña que tantas riquezas aportó a sus vecinos desde tiempo
inmemorial.
Por otro lado, el conjunto de los alojamientos rurales debía mimetizarse con el resto del entramado urbano de Alboloduy, respetando así la tipología constructiva propia del municipio, un pueblo que todavía conserva su aspecto típicamente árabe, de cales estrechas y sinuosas, de arquitectura cúbica, de casas encaladas, de huecos pequeños en las paredes y cubiertas planas para recoger la escasa agua de lluvia.
Todo ello conforma un bonita estampa de pueblo alpujarreño bien conservado en el que nunca se sabe donde empieza y termina una casa, ya que en su mayoría se solapan las unas con las otras (aspecto este que rememora otros tiempos en los que la defensa del lugar no era un tema baladí).
El diseño técnico del alojamiento fue concebido por los arquitectos y hermanos Fernando y Mariano Matilla Galindo que, en un malabarismo de ingenio arquitectónico consiguieron combinar el respeto por un concepto arquitectónico tradicional con la funcionalidad y comodidad de la modernidad y de la sostenibilidad medioambiental, recuperando para el pueblo un espacio muy degradado.
Los técnicos recogieron esa tipología típica y, adaptándola a la normativa de turismo vigente, consiguieron diseñar y construir unos alojamientos rurales utilizando el lenguaje de volúmenes blancos de líneas rectas con cubiertas planas y huecos sencillos.
Se trata de un edificio que recoge las características arquitectónicas de Alboloduy pero al mismo tiempo es innovador porque las reinterpreta y les da un nuevo uso. Se consiguió así, además, un edificio que utiliza sistemas de ventilación cruzada para refrigerar de manera natural y a coste cero, toda la construccíon durante el verano, y que utiliza muros de gran inercia térmica para recoger el calor en invierno, manteniendo una temperatura constrante en el interior durante todo el año. Este edifio representa una primera piedra para la creación de edificios sostenibles medioambientalmente.
La
Fundación para el Desarrollo de los pueblos de Andalucía reconoció el esfuerzo
del ayuntamiento y la originalidad e innovación de los diseñadores del proyecto, otorgándole un premio en el marco de la VII Edición
Premio Progreso 2012 premio para Municipios menores de 50.000 habitantes
sobre Vivienda y Urbanismo.
El
Premio Progreso tiene como objetivo generar acciones que promuevan el
desarrollo económico, social y la generación de empleo, y permitan mejorar las
condiciones de vida y cohesión social de los pueblos andaluces siendo otorgado
por la Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de Andalucía en colaboración
con la Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de Andalucía y la Federación
Andaluza de Municipios y Provincias y la consejería de Gobernación y Justicia.
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